domingo, 2 de enero de 2011

Los gatos ya no suben al tejado


La distancia no es el olvido, el olvido es sino volvemos...

No recuerdo el día en el que la lluvia dejó de mojarme para convertirse en un bálsamo de esquirlas cristalinas. No recuerdo el día en el que el viento dejó de susurrarme palabras de amor sinceras para convertirse en agujas punzantes que atraviesan sin compasión cada suspiro de mi alma. Tampoco recuerdo el día en el que tus labios dejaron de ser cálidas promesas de futuro para convertirse en paredes huecas agrietadas por alguna tempestad. No recuerdo nada, ni si quiera cuando las olas del mar desecharon abrazarme en silencio para escucharme y dejarme así a la deriva, rumbo al olvido en los amaneceres rojos de la soledad.

El tiempo parece haber dejado de ser eterno, hasta las nubes de colores vivos ahora me parecen grises. Hasta el sol ha dejado de calentar en los atardeceres veraniegos para envolverme de frío y sombras en un aciago quince de agosto.

Y todo continúa cambiando. La penumbra se apodera de los ojos, de mis ojos, de los ojos ajenos llenos de cieno y barro que tampoco recuerdan el cambio. Se pierden mudos abrazos que lo dicen todo, se pierden deseadas caricias de seda, se pierden te quieros transparentes y suaves que ahora se guardan en baúles polvorientos cerrados bajo llave. Ya no bajamos al fondo del océano en busca de estrellas de mar resplandecientes, ya no intentamos reencontrar ilusiones perdidas en el canto de las gaviotas. Los gatos ya no suben al tejado a maullar a la luna, a contarle sus secretos más íntimos en las noches de lágrimas ciegas. Y todo continua cambiando.

Pero yo vuelvo a escalar mi casa sin ventanas ni puertas, vuelvo a subir escaleras infinitas porque quiero regresar al tejado, como aquellos gatos de antaño. Mirar a mi alrededor y observar que aun no se han ido, que están ahí y continúan soñando con estrellas fugaces. Las cosas cambian pero no quiero perder la costumbre de ver revolotear mariposas de arco iris surtidoras de esperanza.

Porque arriba, en el tejado, aprendí a no olvidar lo que verdaderamente importa. Es algo que me enseñó mi queridísima luna de éter.

Para todos aquellos soñadores que agradecen los pequeños detalles. Feliz 2011!





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